miércoles, 29 de agosto de 2012

Sin palabras, sobran las palabras. Cata de vinos del Equipo Navazos


Parte 2

Si no has leído la parte 1, puedes hacerlo aquí: 

   Llegamos ahora a los vinos más misteriosos de Jerez, los Palos Cortados, con una novedad; La Bota 34 Palo Cortado “Pata de Gallina”. Procedente del almacenista Juan García Jarana, y afinado en una de las mejores bodegas de Jerez, Fernando de Castilla, este Palo cortado que procede de vinos oxidativos (olorosos) que eran muy glicéricos y amables, hasta tener cierta sensación de dulzor, los cuales se definen como “Pata de Gallina”. Sin ser, ni mucho menos, uno de los vinos mas viejos de la cata, creo que fue el gran triunfador de la misma, una gratísima sorpresa.  Es un vino muy profundo, con notas de café, frutos secos; nueces y avellanas, maderas nobles; cedro, barniz, tostados. Es complejo, rotundo, a la vez que amable, una verdadera caricia; cacao, caramelo, hasta after eight, piel de naranja, vainillas, y algo ahumado, que recuerda a turba, a un malta de Islay.
   Y la boca, de tacto glicérico, extremadamente cremoso, salino, con viva acidez, equilibrado, amplio y muy fácil de beber. Y confirma los recuerdos a malta de Islay. El alcohol, casi imperceptible,  y su integración, en sus alrededor de 25 años, sorprendente. Un vino muy agradable, con muchísima clase. Todo un seductor. (94/100)
   Nunca antes había tenido la oportunidad de probar la siguiente botella, La bota Nº 17. Si que conocía la Nº 6, que también era bota punta, pero aquella provenía de la bodega Gil Luque, y esta, en cambio, de una de mis casas preferidas en Jerez, Fernando de Castilla. Comparándola con aquella, la iguala en profundidad, pero es menos agresiva, es mas elegante y sutil... y comparándola con la 34, más compleja. Esta bota punta de la solera de 10 botas de palo cortado de Fernando de Castilla sí que es un vino de mayor edad, concentrado por ser precisamente esa bota punta... de color ámbar oscuro, su nariz es terriblemente intensa, a la vez que elegante, compleja, misteriosa; vainilla, muchos frutos secos; piel de avellana, almendras. La agitamos un poco en la copa. Frescor, que proviene de unas deliciosas notas cítricas, de piel de naranja. Mucha ebanistería, barnices y muebles viejos. Al beberlo, espléndido. Tiene un gran carácter y fuerza, mucho más que el sedoso paso de la Bota 34. Aquí hay mucho nervio, tensión. Es afilado y punzante, a la vez que pleno, elegante, complejo y equilibrado. Final de enorme persistencia. Un vino de reflexión y meditación, rotundo e intrigante, pero no agresivo, que invita a beberlo solo, en compañía de abstractos pensamientos. (96/100)
   Y por fin, a La bota de Oloroso viejísimo bota NO, nº 14. La Bestia parda. Para mí, antes de llegar a esta cata (y tal vez aún después de ella) es la joya máxima del Equipo Navazos, tal vez el mejor vino de Jerez que he probado nunca, y por ende, un absoluto clase mundial, difícilmente comparable. Procedente de una solera de Valdespino, del desaparecido Añada 1809, según cuentan, un vino en la línea de los monumentales Su Majestad o Toneles. Una bota donde algún antiguo capataz, sabiamente, escribió un NO, y que se mantuvo al margen, concentrándose, durante décadas. Del que se embotellaron 600 medias botellas... de color oscuro, confirmando su enorme vejez.  Por desgracia, como otros vinos de esta noche, también esta algo reducido... seguro que una leve decantación habría llevado al vino y a quien escribe a un estado superior... la nariz es impresionante. Las notas de acetaldehídos son características. Mucho barniz. Ebanistería, mueble viejo. Es como entrar en una carpintería cerrada desde hace 50 años. Una complejidad temible, difícilmente igualable. Tabaco. Muchísimos frutos secos. Alcanfor. Tostados. Y se esta abriendo... En boca, no tiene igual. Su potencia, brutal acidez, su elegancia, complejidad, frescor, profundidad, presencia, equilibrio, plenitud...muy seco, vibrante. Emocionante. Y como digo, todavía abriéndose. Le doy solo un 96 porque estaba algo reducida, y porque se qué nota debería darle cuando respire. Dejen esta botella abierta una semana, y comprobarán a que se hace referencia cuando se habla de un vino eterno. (96/100) 
   Seguíamos con el festival de vinos viejísimos, para ahora empezamos a dirigir nuestros pasos hacia el azúcar. Los cream nunca han sido mi tipo de vino preferido, lo he de confesar, salvo tal vez con la excepción del East India de Lustau. Cuando, hace unos años, caté por primera vez la bota de viejo Cream, me decepcionó un poco; pensaba que sería tan extraordinaria como otros vinos del proyecto, que me habían dejado sin habla, como el Nº 14. Pero no lo percibí así. ¡Que error había cometido en aquel entonces!!! Muchas veces se habla de las condiciones ideales para catar. En aquella ocasión no fueron las óptimas, y hoy lo veo claro. Tendría que haberme dado cuenta; Es un vino viejísimo. Procedente de una solera de Valdespino, y cabeceado con PX de calidad desde el origen de la solera, fundada hace casi 100 años. Bota punta, y a la vez, bota NO. La paciencia de esos capataces y la capacidad del Equipo Navazos para seleccionar la sacas tendrían que haberme obligado a volver a este vino hace tiempo. Porque para algunos, fue lo mejor de la cata…. Quitaba el aliento. Impresionante. Tan complejo…de color ambarino. La nariz tiene un definición impresionante, a la vez que caleidoscópica, variante, van saliendo las diferentes capas; currys, bazar hindú… podríamos estar un buen rato diseccionado su abanico de especias dulzonas. Azafrán. Barnices, maderas nobles. Profundo. Hay más. Tabaco, frutos secos (almendra amarga), iodo y un fondo salino… entremezclado con el dulzor típico del aporte del PX en el oloroso; dátiles, higos… una maravilla.
   La boca, como no podía ser de otra manera, está al nivel superlativo de la nariz. Entrada algo punzante, intensa, hasta picante, refleja su enorme vejez. El triangulo entre su magnífica acidez, el dulzor y el toque amargo lo elevan en un equilibrio de vértigo, que se sostiene sobre un fondo salino. Untuoso pero jamás pesado. La profundidad de un vino viejísimo con la amabilidad característica de lo que es un Cream. Redondo, se expande por toda la boca. Final de persistencia larguísima.
   Muy lejos del típico vino pensado para el mercado anglosajón, este Cream redefine el estilo en sí mismo, atravesando todo límite, y convirtiéndose en un vino trascendental, de meditación. Extraordinario. (97/100).
   El camino ha sido largo, y ahora por fin nos introducimos completamente en el reino del azúcar.  Y es hora de otra Bota mítica. La bota de PX “de Rojas” Nº 3. Proveniente de una selección de una de las mejores bodegas elaboradoras de PX, Pérez Barquero, en Montilla. La tradición de esta casa hace que no sorprenda el que haya sido elegido como tercer vino para embotellar dentro de esta incomparable selección. Encabezado sólo con alcohol vínico, sin la adicción de oloroso antes de su embotellado ni durante su crianza para refrescarlo, y con una edad superior a los 20 años, características que presagiaban su gran concentración. De color caoba oscuro, en copa ya es denso. Aromas marcados de pasas, cacao, muchos dátiles, café.... higos, y algún torrefacto. Caramelo. Además, un punto mas fresco, de mentolados, posiblemente After Eight. Complejo y muy agradable. En boca es evidentemente muy dulce y concentrado, viscoso, pero con un gran equilibrio, una muy buena acidez, que hace que nunca empalague. El final es obviamente larguísimo, dejando un marcado recuerdo de chocolate, e higos. Aunque denota su edad, el vino esta exactamente igual que cuando lo probé la primera vez, hace unos cinco años, dando la sensación de poder aguantar, para quien conserve una botella, muchísimos años. Un Pedro Ximénez  fantástico, profundo, pero para mí no llega al nivel estratosférico de la Bota NO nº  25  (92/100)
   El último vino era, tal vez, el más especial. Era una primicia, creo que todos lo probábamos por primera vez, aunque ya llevábamos tiempo escuchando hablar de él, porque era una verdadera rareza, y nunca antes habíamos visto uno embotellado. De hecho, un servidor tuvo que averiguar que era eso del “color” cuando me enteré que sería la siguiente bota, porque no tenía ni idea. Es La Bota de Dulce Color Nº 33. El vino de Color se elaboraba con mosto de palomino sin fermentar mezclado con arrope. Utilizado para modificar el color de los vinos durante la primera mitad del siglo XX, esta práctica cayó en desuso a partir de la década del 60. También se decía que un vino de color, criado en vasija durante muchos años, ganaba en complejidad y finura, por lo que algunas bodegas utilizaban un color viejo para sus vinos de mayor edad. Sin embargo, aún permanecen en ciertas bodegas algunas viejas botas de Color, que jamás llegaron a utilizarse para retocar vinos. Del almacenista Juan García Jarana el equipo Navazos embotelló este vino, calificado como dulce, por sus 190 g/l. y una gradación de 15%. De edad estimada cercana a los 80 años, era seguramente el vino más viejo de la cata. Al servirlo, Eduardo Ojeda ya nos advierte; “serviros solo un dedo de vino, no hace falta más”.  El color, precisamente, ya impresiona. Oscurísimo, y quedándose adherido al cristal de la copa. Parecía un arrope. Y su aroma invadía toda la sala... nos acercamos.. y vaya!! Nunca había catado algo así. El principal aroma es de azúcar caramelizado, requemado. Garrapiñada. Pasas y dátiles. Pero no es como un PX. Es algo distinto. 
Algarroba. Barniz. Y también mermelada. Tal vez algo de goma, o aceite de motor. Ahumado. Después de esa nota requemada, la que más me destaca es la de borra de café. Es muy potente, intenso y concentrado. Único. Desde luego, es un vino muy atípico, difícil, irrepetible. La boca también es difícil de definir; en este caso, el dulzor se equilibra no solo con la su buena acidez, si no también con un marcado amargor. ¿Volvían el caramelo y la borra de café en boca, combinados? Seguramente. No tan denso como se presumía. Se decía que los antiguos color eran rústicos y difíciles de beber. La concentración de esta Bota Nº 33, su rusticidad, hacían que no fuera un vino para cualquiera, con un recuerdo hasta tánico. Pero a la vez su edad le confiere cierta elegancia. De brutal persistencia, se queda en boca esa nota de caramelo que recuerda a un arrope. Aunque no es el mejor vino del Equipo Navazos, por su singularidad, representante de un estilo perdido en el tiempo, por ser una pieza única, por su vejez y concentración, también es una bota esencial. (91/100)



Y así llegamos al fin de la cata. Saludos, apretones de manos, comentarios, impresiones, y despedidas. En el camino de vuelta a casa, mientras reviso mis notas, pienso en el global de lo que acabo de disfrutar. He apuntado puntuaciones de 97,96. ¿Qué vinos, y cuanto hay que pagar, para disfrutar de una selección semejante? Es difícil de decir.  Ha sido una noche mágica. Y reflexiono: ¿Cuánto han influido en la actual manera en que se perciben los vinos del Marco las selecciones del Equipo Navazos? No ha sido solo su proverbial ojo a la hora de seleccionar botas. Ahí está su capacidad de transmitir su pasión, su manera de crear expectación por cada nuevo vino, sus estándares de calidad, que en casos como en el del Viejo Cream tal vez nunca se habían alcanzado. Creo que han logrado hacer que los vinos del Marco sean mejores, y sobre todo, los han acercado como nadie ha una mayor cantidad de público. Al final, ese es su gran mérito, no solo embotellar grandiosos vinos, sino que, por fin, bajo el cobijo de su selección, seamos muchos más los que podamos disfrutarlos.