Sobre los caballeros templarios se han escrito
multitud de textos, cuentos y leyendas. La literatura moderna, que ya se había
alimentado mucho de sus misterios, lo hizo con más fuerza hace pocos años,
después de que millones de lectores salieran a buscar al nuevo Dan Brown. Por
eso es hasta difícil hablar de este vino sin caer en fáciles alusiones, de
cuyas alguna al Santo Grial sería la más evidente.
Para escribir acerca de esta botella, sin
embargo, comenzaré justamente por eso, por el nombre y la etiqueta. Me
gustaría respetar el concepto, la idea, que creo que en la bodega dan a ese
nombre, a esa etiqueta. La misma es una reinterpretación del sello de los
templarios, en el cual dos miembros de la orden cabalgan en un mismo caballo,
símbolo de sus votos de pobreza. En Bàrbara Forés representan, primero, la
hermandad, esa que a veces sienten quienes hacen un trabajo tan duro como puede
ser el de cuidar un viñedo, la satisfacción al final de la jornada, del
objetivo conseguido juntos, como un equipo. La fuerza que surge de ese trabajo
conjunto. Y segundo (aunque no necesariamente en este orden) buscan transmitir
una conexión con el pasado, para recuperar su energía y tradición. El uso de
"vi vermell" (vino rojo) en la etiqueta, que es como antiguamente se
denominaban a este tipo de vinos en esta región, es una prueba de ello.
Pero el gran símbolo de este vino no es la cruz
patada, ni su color, si no la casi desconocida uva Morenillo. Variedad
prácticamente extinguida, parece ser es la misma que riojana mandón. Y que la
Garró, de la Conca de Barbera, la cual forma parte del cupage del fantástico
Grans Muralles de Torres, toda una evidencia de sus posibilidades enológicas.
Probablemente originaria del levante español, se dispersó por toda la península, y aparentemente entró a Cataluña vía Aragón. De todas formas, no deja de ser
una de las variedades tradicionales de Cataluña, donde se estableció, y es un
patrimonio digno de conservar. Bàrbara Forés, que lleva años siendo de las
mejores bodegas de la DO Terra Alta, han hecho un gran trabajo para
recuperarla, siendo que el porcentaje en el cupage ha aumentado con los años,
llegando al 55 % actual, y dejando el otro 45 % a la garnacha.
La bodega ya destacaba hace años, por tener una
gran Garnacha Blanca, El Quintà, mucho antes de que el binomio Terra Alta -
Garnacha Blanca explotara comercialmente.
Ahora, con este vino, elaboran tal vez el tinto
más disfrutable de toda la denominación. Es mucho más que una etiqueta, y
que una variedad exótica. Es puro placer mediterráneo.
Procede de suelos con una pequeña parte de
arcilla, pero básicamente formados por el limo típico de la Terra Alta. Clima
mediterráneo, típico de esta comarca, con influencia continental, en una añada en que se dieron muy buenas
condiciones, con un verano seco y cálido.
La extracción es muy suave, el vino tiene muy
poca intensidad de color, pareciendo casi un rosado intenso. La nariz es una
sinfonía de frutas rojas frescas y golosas; frambuesas, grosella, fresas y
cerezas. También un punto cítrico, de mandarina y naranja sanguina. El vino
pasa 14 meses en barrica de roble Allier, lo cual es perceptible también, con
ligeras notas de tostados, que solo añaden complejidad al conjunto. Hay una
nota fresca, balsámica, pero desde luego es la fruta la que domina toda la
nariz.
En boca es puro disfrute. Entrada amable, fresca,
con un paso por boca suave, taninos muy pulidos, sedosos. Tiene una gran acidez
y su frescura realmente invita a beber otra copa. Alguna nota de café sale en retro, y tiene una persistencia media.
Este Templari es un vino de esencia mediterránea, ideal para beber y
poder terminarse la botella, con una relación calidad precio extraordinaria.
Espero que, como ocurrió con El Quintà, este vino sea pionero y de aquí a unos
años pueda encontrar multitud de vinos que lo imiten. Para que podamos volver
atrás, a esa tradición en la cual, un buen vino era, ni más ni menos, algo para
disfrutar. (85/100).