jueves, 2 de febrero de 2012

Primera entrada


Bienvenidos a la primera entrada de este blog.
Os cuento a todos que la idea del mismo viene desde hace tiempo, fruto de mi necesidad de profundizar mi relación con el mundo del vino, y de la satisfacción que me produce escribir sobre el mismo. Pasaron los meses y por fin la idea tomo la forma que ahora veis. Y, después de reflexionar sobre el nombre del mismo, llego la hora de decidir cual sería el tema de esta primera entrada, o cual sería el primer vino que comentaría aquí. Después de pensarlo un poco, lo vi bastante claro; Por donde empezar sino por:



Jiménez – Landi El Fin del Mundo 2007

 Recuerdo muy bien la primera vez que probé este vino; Hace unos años recibí una invitación a una cata de vinos de una nueva bodega de Méntrida: Jiménez – Landi, de la que yo conocía dos vinos, Piélago y Sotorrondero. Pensaba que era la oportunidad de probarlos junto a su elaborador, y fuí sin pensarlo. Me sorprendí al ver que se catarían cinco vinos; los mencionados, y tres novedades: Cantos de Diablo, Fin del Mundo, y una colaboración con el inquieto Raúl Perez, El Reventón. Me entran ya desde la etiqueta, donde se lee “Daniel Gómez Jiménez Landi, Viticultor”. Lejos de Enólogos estrella y “Flying Winemarkers”, toda una declaración de principios, identificándose como alguien asociado íntimamente con la tierra que trabaja. Esa noche conocí a Dani Jiménez Landi, y descubrí una persona divertida, joven, entusiasta, pero sobre todo comprometido con su idea, de vinos con tipicidad y personalidad, ligados a su origen.
 Sus vinos provienen de tres diferentes parcelas, clarísimamente diferenciadas entre sí, de garnachas frescas y elegantes, de viñas de más de cuarenta años, de personalidad arrolladora. Aquella noche me quede sobre todo enganchado a El Fin del Mundo, sin duda el más borgoñón de los tres. Tiempo después, llegaron las puntuaciones de Peñin, Parker, y Dani Jiménez – Landi y sus vinos se convirtieron en la sorpresa más interesante del panorama vinícola español. Y la Sierra de Gredos, en una de las zonas emergentes de mayor relevancia gracias al pionero Telmo Rodríguez, y a los interesantísimos Bernabeleva y Marañones, que junto a Dani forman el proyecto Comando G.

2007 es la primera añada de este Fin del Mundo, y la única embotellada con ese nombre, ya que a partir de 2008 pasa a llamarse “The End”. Proveniente de parcelas de suelos arenosos – graníticos, de orientación norte y a una altura de 750 metros, características que, pese al clima caluroso de la región, auguran frescura.

 Guardé esta botella de 2007, ya que sentía gran curiosidad por ver como evolucionaría. En febrero de 2012, en cuanto lo descorcho, el vino esta muy tímido, cerrado y hermético. El color sigue siendo picota, con poca capa, recordando tal vez a un pinot noir del nuevo mundo. Me sorprende ver algún precipitado, pero nada de que preocuparse, simplemente, para mantener sus características intactas, el vino no fue flitrado. Luego de dos horas, las frutas van asomando; frambuesa, fresa del bosque, grosellas, algo de cassis. Y sale el carácter mineral y frío que lo caracteriza; granito, pedernal. La agricultura es biodinámica, y se fermenta con raspón, lo cual se percibe en forma de balsámicos y algún verdor. Cinco horas después de abierto, comienza a desplegar su embrujo de hierbas aromáticas, que por fin nos transporta a la sierra, con la garnacha como vehículo: romero, tomillo, enebro, y desarrollando un abanico frutal distinto, mas maduro, dando lugar a arándanos y moras, tal vez hasta en mermelada, algo de cacao, y  el etéreo punto mineral aún de fondo. Pero no nos confundamos; sigue siendo un vino sutil, en el cual se ha de bucear para conocer su esencia. Todavía reservado en su conjunto, sin dejar de ser agreste. 



 En la boca es sabroso, intenso. Tiene un verdor típico del raspón, pero el tanino esta pulido, el paso sedoso, equilibrado, y una sensación algo cálida y alcohólica compensa su estructura ligera. La acidez, fantástica, vivísima, me hace pensar en un clima mucho mas frío que el de la provincia de Toledo. Es amplio y deja una sensación algo secante, que rápidamente se calma con el siguiente sorbo, fresco. Desaparece de mi paladar lentamente, devolviéndome, por desgracia, a mi mundana Badalona.

 A esta garnacha  pura, tan pulida, tan franca, compleja, le quedan aún algunos años vida en botella. El Fin (Del Mundo) está aún por llegar.   86/100


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