En el apartado de las
clasificaciones y denominaciones de origen, es obvio decir que España y Francia
tienen muchas diferencias. De todas ellas, que son muchas (y no quiero decir
que un sistema sea mejor que otro) una es el hecho de “generalizar”. ¿A que me
refiero con esto? Cuando un consumidor no experto, se acerca al vino francés,
por ejemplo en una carta de vinos o en las estanterías de una tienda, siempre
ve las mismas divisiones: Loira, Borgoña, Burdeos, Ródano, etc. Y estas grandes
zonas no son denominaciones en sí, aunque se puede etiquetar simplemente como
“Burgundy”, por ejemplo, a un vino básico. Las “denominaciones” (AOC) son
Margaux o Pomerol en Burdeos, Hermitage y Châteauneuf
du Pape en el Ródano, o Sancerre y Vouvray en el Loira, por
citar algunos ejemplos. Quien conozca estos vinos sabe que tienen muchas
diferencias entre sí, pero también mucho en común.
Los ríos
que serpentean a través de ellas son uno de sus principales nexos,
geográficamente el más visible, pero los más importantes son siempre de clima y
culturales. Y así, ese hipotético consumidor que quería un vino, puede tener
una idea algo aproximada de lo que va a encontrar. Sabe que un Borgoña es
ligero y delicado, en comparación con el robusto Burdeos.
¿Y a que
viene toda esta perorata? Pues que desde hace mucho estoy convencido de que, si
una generalización se puede hacer en España, si un grupo de denominaciones de
origen pueden entenderse bajo un rótulo común, esos son los vinos de Galicia.
En esta
tierra se unen, en sus cinco denominaciones de origen, la influencia del
atlántico, un gran patrimonio de variedades autóctonas, las abundante pluviometría, la identidad cultural
de un pueblo, pero sobre todo, el gran hilo conductor, en los vinos, es la
acidez. Esa acidez que se siente, viva, en todos los vinos gallegos. Esa acidez
que hace de estas tierras, con diferencia, las de mayor tradición elaborando
vinos blancos de España. Porque son las tierras de los Gerardo Méndez. De los
José María Fonseca. De los Emilio Rojo. De los José Luis Mateo. Y de los muchos
que se enamoraron de su paisaje, de ese verde que transmite inequívoco la
fertilidad de sus suelos y su clima.
¿Y a que
viene toda esta perorata para hablar de un vino? Porque es un gran vino.
Gallego. Porque su frescura es su sello. Porque Dominio de Bibei es seguramente
la bodega más dinámica y regular de la Ribeira Sacra. Porque esperan a sus
vinos lo que casi nadie quiere o puede permitirse, para que no lleguen verdes
al mercado. Y sobre todo, porque este Lapola 2009 me ha enamorado.
Muy superior, desde mi humilde
punto de vista, ha todas las añadas anteriores que había probado. Embotellado
preservando su pureza, sin filtrar, y por eso, brillante, aunque con alguna
mínima turbidez. Su perfume no engaña, es frescura, es fiel a su tierra,
empieza por algunas flores blancas, pomelo y algún que otro cítrico más. Peras,
y manzanas golden. Hierbabuena. Mineral, probablemente pedernal, frío.
Complejo, profundo. Con el tiempo aparecen las notas de una barrica
exquisitamente integrada, mantequilla, nueces y ahumados. Se nota la presencia
de las lías, y seguramente el paso por los huevos de cemento ayudan a que esa
nota de barrica sea como tiene que ser; una nota más, que engrandece el
conjunto.
Yo no se si es por que el 2009
fue mas cálido que los tres años anteriores (justamente las otras añadas que
había probado) o porque este año el porcentaje de la variedad Dona Blanca (que
para mí es uno de los tesoros autóctonos que ahora se redescubre en la región,
y que aporta volumen, “gordura” a los vinos) es mayor que nunca, pero la boca
es simplemente espectacular. Un equilibrio inusitado, una sensación cremosa,
llevada en volandas por, lógicamente, esa acidez maravillosa, declaración
telúrica al paladar del origen auténtico de este vino. Todas las fases de la
boca están donde deben estar, una conjunción e integración envidiables.
Incluido ese final, amargante, delicioso, casi indispensable como invitación
indeclinable a la siguiente copa.
La historia y la bibliografía
marcó históricamente que España era tierra de grandes tintos. Pero, como ese
Loira, atlántico, hoy podemos decir que en nuestra zona de mayor tradición de
vinos blancos, donde también se vinifican tintos de gran frescura, se elaboran
vinos de auténtica clase mundial. En Galicia. Que vengan, esos hipotéticos
consumidores que mencione al principio, y prueben vinos como Lapola 2009. Pocas
dudas quedaran. 93/100
Uno de mis blancos españoles preferidos.
ResponderEliminarLa verdad que de los míos tambien.
ResponderEliminarSobre todo, con la añada 2009, alcanzaron un nivel fantástico, que pienso no se ha repetido en 2010, en mi opinion por un menor porcentaje de Dona Blanca. Aunque sigue siendo genial, una de las bodegas de referencia de la zona.
Un saludo