martes, 24 de abril de 2012

LAPOLA 2009 o la frescura de Galicia


En el apartado de las clasificaciones y denominaciones de origen, es obvio decir que España y Francia tienen muchas diferencias. De todas ellas, que son muchas (y no quiero decir que un sistema sea mejor que otro) una es el hecho de “generalizar”. ¿A que me refiero con esto? Cuando un consumidor no experto, se acerca al vino francés, por ejemplo en una carta de vinos o en las estanterías de una tienda, siempre ve las mismas divisiones: Loira, Borgoña, Burdeos, Ródano, etc. Y estas grandes zonas no son denominaciones en sí, aunque se puede etiquetar simplemente como “Burgundy”, por ejemplo, a un vino básico. Las “denominaciones” (AOC) son Margaux o Pomerol en Burdeos, Hermitage y Châteauneuf du Pape en el Ródano, o Sancerre y Vouvray en el Loira, por citar algunos ejemplos. Quien conozca estos vinos sabe que tienen muchas diferencias entre sí, pero también mucho en común.
            Los ríos que serpentean a través de ellas son uno de sus principales nexos, geográficamente el más visible, pero los más importantes son siempre de clima y culturales. Y así, ese hipotético consumidor que quería un vino, puede tener una idea algo aproximada de lo que va a encontrar. Sabe que un Borgoña es ligero y delicado, en comparación con el robusto Burdeos.
            ¿Y a que viene toda esta perorata? Pues que desde hace mucho estoy convencido de que, si una generalización se puede hacer en España, si un grupo de denominaciones de origen pueden entenderse bajo un rótulo común, esos son los vinos de Galicia.
            En esta tierra se unen, en sus cinco denominaciones de origen, la influencia del atlántico, un gran patrimonio de variedades autóctonas, las abundante pluviometría, la identidad cultural de un pueblo, pero sobre todo, el gran hilo conductor, en los vinos, es la acidez. Esa acidez que se siente, viva, en todos los vinos gallegos. Esa acidez que hace de estas tierras, con diferencia, las de mayor tradición elaborando vinos blancos de España. Porque son las tierras de los Gerardo Méndez. De los José María Fonseca. De los Emilio Rojo. De los José Luis Mateo. Y de los muchos que se enamoraron de su paisaje, de ese verde que transmite inequívoco la fertilidad de sus suelos y su clima.

            ¿Y a que viene toda esta perorata para hablar de un vino? Porque es un gran vino. Gallego. Porque su frescura es su sello. Porque Dominio de Bibei es seguramente la bodega más dinámica y regular de la Ribeira Sacra. Porque esperan a sus vinos lo que casi nadie quiere o puede permitirse, para que no lleguen verdes al mercado. Y sobre todo, porque este Lapola 2009 me ha enamorado.
Muy superior, desde mi humilde punto de vista, ha todas las añadas anteriores que había probado. Embotellado preservando su pureza, sin filtrar, y por eso, brillante, aunque con alguna mínima turbidez. Su perfume no engaña, es frescura, es fiel a su tierra, empieza por algunas flores blancas, pomelo y algún que otro cítrico más. Peras, y manzanas golden. Hierbabuena. Mineral, probablemente pedernal, frío. Complejo, profundo. Con el tiempo aparecen las notas de una barrica exquisitamente integrada, mantequilla, nueces y ahumados. Se nota la presencia de las lías, y seguramente el paso por los huevos de cemento ayudan a que esa nota de barrica sea como tiene que ser; una nota más, que engrandece el conjunto.
Yo no se si es por que el 2009 fue mas cálido que los tres años anteriores (justamente las otras añadas que había probado) o porque este año el porcentaje de la variedad Dona Blanca (que para mí es uno de los tesoros autóctonos que ahora se redescubre en la región, y que aporta volumen, “gordura” a los vinos) es mayor que nunca, pero la boca es simplemente espectacular. Un equilibrio inusitado, una sensación cremosa, llevada en volandas por, lógicamente, esa acidez maravillosa, declaración telúrica al paladar del origen auténtico de este vino. Todas las fases de la boca están donde deben estar, una conjunción e integración envidiables. Incluido ese final, amargante, delicioso, casi indispensable como invitación indeclinable a la siguiente copa.     
La historia y la bibliografía marcó históricamente que España era tierra de grandes tintos. Pero, como ese Loira, atlántico, hoy podemos decir que en nuestra zona de mayor tradición de vinos blancos, donde también se vinifican tintos de gran frescura, se elaboran vinos de auténtica clase mundial. En Galicia. Que vengan, esos hipotéticos consumidores que mencione al principio, y prueben vinos como Lapola 2009. Pocas dudas quedaran. 93/100

2 comentarios:

  1. La verdad que de los míos tambien.
    Sobre todo, con la añada 2009, alcanzaron un nivel fantástico, que pienso no se ha repetido en 2010, en mi opinion por un menor porcentaje de Dona Blanca. Aunque sigue siendo genial, una de las bodegas de referencia de la zona.

    Un saludo

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